31 marzo 2018

En el umbral del odio

Estamos justo sobre el umbral, un paso y caeríamos por una garganta profunda, oscura y  nauseabunda cuya sima no alcanzamos a dimensionar. Un paso nada más. No es que no podamos luego salir y regresar, es probable que podamos, es el costo: todo lo que perderemos y destruiremos, las heridas que nos abriremos, el dolor que produciremos. Un paso hacia adelante puede significar cientos o miles para volver.

Ha sido un camino difícil hasta aqui y nos orgullecemos de lo alcanzado y con justa razón. Lejos de ser perfectos, hemos cometido muchos errores, pero los hemos sobrepasado, no sin esfuerzo, no sin dolor. Mas no estamos exentos, no nos volvimos infalibles. Podemos cometerlos de nuevo, pero ojalá no tan graves, no tan garrafales, no con tantos avisos previos. 

Ya el hedor del odio nos alcanza, su vaho nos abrasa la cara. Inhalamos lentamente su veneno y parece que se empieza a integrar en nuestro organismo, retorciéndonos las viceras, conviéndonos lentamente en pústulas prontas a estallar para continuar esparcimiendo ese vaho venenoso a los que conocemos y a los que no, a nuestros amigos, a nuestra familia, destruyendo y consumiéndo todo lo que realmente es importante. Y eso que aún no hemos dado ese paso.

Partidos en dos bandos, enfrentados en lo que parece una guerra fratricida. Nos hemos empujado entre todos hasta aquí. Todos estamos en el umbral mirando como hipnotizados al abismo, todos convencidos de que estamos en lo correcto, de que todo está justificado, que nuestra altura, moral o intelectual, es superior a la de los demás.

Conforme nos acercábamos los efluvios corrosivos parecían desintegrar las máscaras y los antifafaces de fiesta, con los que solíamos ataviarnos... Máscaras de tolerancia, de respeto, de pulcritud; antifafaces, que ahora nos parecen precarios, de inteligencia, de espiritualidad, de armoniosa convivencia. ¿Eran sólo ilusión?¿Atendían a nuestros deseos jantanciosos de parecen mas no de ser? Nos engañamos tanto tiempo entonces... espero que no, más la realidad en este momento es en verdad triste.

Ahora entrecomillamos valores y principios, atacamos creencias profundas y arraigadas, no con argumentos sí con el insulto fácil, con el vituperio mordaz, vilipendiando con la burla soez, viendo con real desprecio a quién no piensa como nosotros como si todo eso no nos retratase a nosotros en vez de a los demás, demostrando que nuestra afamada inteligencia es incompetente, nuestra habilidades escasas y nuestro sensibilidad humana en franca decadencia. 

Y lo mismo a la inversa: blandimos sagrados principios morales, y los arrojamos al rostro de quienes nos adversan casi escupiéndolos, erigiéndonos jueces de conciencia y condenando todo y a todos sin remordimientos, entregándonos fácilmente a la lapidación, al prejuicio, a la maledicencia, a el oprobio vulgar, a la vez que dejamos muda nuestra capacidad de razonar. Desnudando nuestras falencias espirituales no las de los demás, dándole la espalda a lo más básico de lo sagrado: el amor, la paz y el perdón. 

Nos hemos vuelto creaturas deleznables, propagadores de mentiras, burlas, sandeces y francas estupideces,  somos sacos de risas hirientes y de sarcasmo odioso, pero vacíos de reflexión, ausente el mínimo análisis, sin ninguna prudencia, sin reparo alguno, escudándonos en nuestra ignorancia, en un pseudo-periodismo informal e irresponsable, en figurines resentidos deseosos de recuperar protagonismo apunta de medias verdades, flagrantes contradicciones ideológicas, prostituidos ideales.

Y eso que aún no damos ese paso.

Y espero que no lo demos, que nos recompongamos, que miremos lo que tenemos y que podemos salvar y perpetuar para las generaciones futuras. Se han cometido errores, grandes y pequeños, no los podemos obviar ni ocultar. Es necesario retomar la senda que ahora parece algo borrosa de paz, unidad, libertad, equidad, de verdadera espiritualidad y de nuestra cultura, sabiendo que hay cosas que no deben mezclarse. 

No más veneno: no edifica, destruye. Más argumentos e ideas, sin sarcasmo ni insultos, así conquistamos. Más principios y valores así crecemos. Más respeto así ganamos todos. Debemos parar ya está carrera de odio insensato, cortar la cadena que nos hemos puesto al cuello en lugar de seguir aprentándola.

Estamos en el umbral mirándo a los ojos a lo peor de nosotros mismos pero, aunque flaqueamos, no hemos dado ese paso y no debemos darlo, ni ahora ni nunca.



Publicado el día antes de las elecciones de Costa Ricade 2018.

No hay comentarios:

Publicar un comentario