27 agosto 2011

Caza de Sangre IV

+ El Loco +


Sus ojos azules se desorbitaban mientras sus manos guiaban algún pequeño demonio imaginario con hilos invisibles que se suspendían en el aire. Un malkavian en la cumbre de su locura, arrastrándose en ella, ahogado en ella…

Orlando DiMarco un homicida sociópata del New York de los años veinte, llegado de Sicilia, estuvo codeándose con la crema de la Mafia conocida como la Cosa Nostra en su era dorada. Asesino por placer de mujeres y por negocio de policías, se aislaba de la sociedad para desvariar en la compañía de sus  demonios-marioneta acerca del fin de los tiempos en bares clandestinos de mala muerte en los barrios más míseros, donde podía comprar el licor que había prohibido la ley seca.

Frecuentemente inundado por su locura e inflamado por el alcohol arrastraba su enorme cuerpo envuelto en su gabardina marrón por entre algún callejón, abrazado con alguna prostituta que asesinaría con una pequeña hacha de carnicero, para luego pintar en las paredes consignas sobre el fin del mundo con la sangre de la infeliz cuyo cuerpo nadie reclamaría.

Alexandra, una despiadada Malkavian de la ciudad, no muy vieja, le siguió durante largo tiempo atraída por su locura sangrienta, fascinada por la astucia insana del asesino para disfrazar su total falta de sentido común viviendo con total normalidad, encajando en la sociedad cuando le era requerido.

A Orlando la mafia le había asignado asesinar a la familia de un policía corrupto, que demandaba más dinero del acordado en los sobornos. Una tarea sencilla para alguien tan curtido en el arte de matar. Le pagarían doble por los dos hijos pequeños del uniformado, así que aceptó complacido el encargo, después de todo habían sido explícitos en que tenía que verse lo más brutal posible y aquello era un caramelo, podía desatar a sus demonios.

Llegó entrada la noche al acogedor hogar, a sabiendas que el tal policía estaba molestando prostitutas a aquellas horas de su jornada. Entró forzando levemente la puerta. La mujer dormía plácidamente en el segundo piso; cuando el asesino la asió por los cabellos dio un grito espantoso.

Los niños llegaron a la habitación cuando Orlando estrellaba la cabeza de la madre contra el ángulo de la mesita de noche por céntesima vez, partiéndole el cráneo esparciéndose su contenido por las blancas sabanas. Cuando se volvió hacia la pareja de infantes que se hallaban congelados de terror, maquinando cual desmembraría primero, algo entró rompiendo los cristales de la habitación.

Sin darle tiempo a reaccionar, la demonio que le había interrumpido, se le prendió del cuello. Los niños llorando corrieron a una esquina de la habitación cubriendo sus rostros con las sábanas salpicadas de sangre. Orlando intentó forcejear, pero a pesar de su peso y fuerza, no tardó en perder el conocimiento. La malkavian le soltó hasta que terminó de beber. Para poder otorgarle la inmortalidad se hirió la palma, con uno de los cristales esparcidos por el piso, obsequiándole un poco de su sangre que escurrió en la boca yerta del asesino.

Orlando despertó cuando ya habían dejado muy atrás la media noche, se sentía extraño, sediento quizá. Reposaba en su propia sangre, miró a su lado, observó a la mujer que le había atacado jugando con los niños.  Ella le acariciaba tiernamente el cabello a la pequeña, mientras su hermano estaba quieto a su lado. Los niños parecían estar en una especie de transe. Él sociópata se puso en pie tambaleante. La demonio tomó velozmente a la pequeña y le hundió los colmillos en la yugular sorbiendo un poco y desgarrándola luego, dejándola desangrar en frente de su pequeño hermano. Orlando estaba sorprendido por la escena, gratamente sorprendido. La mujer le ofreció al niño que aún vivía y que aun con los ojos perdidos miraba el cuerpo palpitante de su hermana.

El aprendiz de demonio descubrió el cuello del infante y miró como la sangre palpitaba, sus incisivos afloraron y los hincó en la tierna piel. Tragó la fuerte vitae que manaba y se enardeció con un placer indescriptible. La malkavian triunfante, se regocijó ante su creación.

Durante años fueron la pareja más destructora de no-vivos de la región, poniendo demasiado cerca el descubrimiento de la mascarada, jugando con su locura llegando a límites insospechados. Fustigados por los principados fueron migrando de ciudad en ciudad, cruzando el océano, dejando claros rastros sanguinolentos de sus pasos en cada nicho que escogían.

Por fin, el regente de Paris los puso en regla poniendo temporalmente fin a sus locuras, bajo pena de cacería de sangre. Alexandra comprendiendo la gravedad de la amenaza calmó a su compañero limitándose a las cazas por la supervivencia y una que otra esporádica por placer, manteniéndose así por más de ocho décadas.

Sin embargo, hace no tanto tiempo Orlando y Alexandra habían abandonado el viejo continente hastiados de imposiciones y se habían establecido en Chicago. Vivían bajo el ala protectora del líder Malkavian de la ciudad, Sire de Alexandra, viviendo en su nido y departiendo en sus fiestas. Sin embargo los hijos de Caín radicados en Chicago vivían la más crítica situación con los Lupinos que se recuerde. La guerra arreciaba y los garou ganaban terreno.

La tribu de garras rojas de la ciudad, logró ubicar los mayores nichos y embistieron coordinada e inmisericordemente. El ataque lupino logró reunir a las demás tribus en una de las más enormes manadas que han visto ojos no-muertos en tiempos modernos, al mando de Trascas ‘Ojo Rojo’, masacraron a la mayoría de los vampiros, aplastándolos salvaje y totalmente. Se rumoreó que el Sabath tuvo su participación en el ataque pasando la ubicación de los nichos a Trascas. 

Entre los pocos que pudieron escapar al espeluznante baño de sangre, se hallaba Orlando. El destino de Alexandra, al contrario, fue desaparecer destrozada entre las garras y las fauces de los Garou. La dolorosa caída de los vampire en Chicago recordó a los cainitas que la guerra con los lupinos está lejos de terminar y que ante una manada de aquellas proporciones están prácticamente indefensos, esa noche Chicago pasó a ser dominada por los guerreros de Gaia.

Orlando sin un maestro y su estado psíquico devastado por la conexión que perdió con su Sire, vagó largo tiempo como un verdadero caitiff, hasta llegar a la Ciudad donde se acogió a los Malkavian de Charlice. Pero aquellos dementes prácticamente le ignoraron y no tardó en desatar a sus demonios nuevamente, arrollando a demasiadas e innecesarias víctimas del rebaño y abrazando indiscriminadamente, poniendo en gran riesgo a la mascarada.


En medio de sus títeres imaginarios sentía claramente como su cuarto chiquillo era destruido por los ajusticiadores, sintiendo muy cerca los pasos de sus verdugos.

02 julio 2011

Reflejo Confuso

¿Estas ahí? ¿No? ¿Estoy yo aquí? No.
Si no estoy aquí ¿Dónde estoy?
Frío, mucho Frío...Sombras, penumbra, pasos lejanos
¿Dónde estas? ¿Eres tú? Háblame.

¿Quién eres? No. ¿Qué eres? No. ¿Qué quieres? No.
Silencio, oscuridad. Perdido.
¿Llanto? ¿Quién Llora? ¿Eres tú? No. ¿Estoy Llorando?
Luz. Algo brilla. Lejano, muy Lejano.

Corre. No te alejes. Espérame.
Ya no te veo. ¿Dónde? ¿Te vas?
Esta vacío. Estoy vacío. Estoy solo.
¿Por qué? Silencio. Asfixia.

¿No puedes verme? ¿Me oyes? Grita.
¿Hay alguien aquí? No. ¿Quién me sigue?
¿Alguien me sigue? No te alcanzo. Espérame.
Respirar. No olvides respirar.

¿Dónde estoy? ¿Quién soy? ¿Qué hice?
Vacío. Nada. Todo. Voces.
¿Es mi nombre? No. ¿Quién grita?
¿Es tu nombre? Oscuridad. No llores.

Asfixia. No puedo. Respira.
¿Quién? ¿Cuándo? ¿Por qué?
Una razón. La razón. Tu razón.
¿Qué más? ¿Qué Falta? Todo. Todos.

¿Agua? Tengo sed, mucha sed. No.
Rojo. ¿Mi sangre? ¿Tu sangre? ¿Lágrimas?
¿Quién Llora? ¿Quién Grita? ¿Quién está ahí?
¿Por qué no puedo verte? ¿Es  mi voz?

Ya no puedo seguir, estoy cansado.
¿Me olvidarás? Ya lo hice.
¿Qué hice? Hecho esta
Soledad. Oscuridad. Olvidado.

Miedo. ¿Me temes? No. ¿Tengo miedo?
Espejo. ¿Miedo? ¿A que le temes? No.
Soy yo. Miedo. Cobarde. ¿Huir?
No puedo.  Reflejo. ¿A donde? Jaque.

¿Sigo aquí? No. Siempre regreso ¿Siempre?
 Tan tristemente solo. ¿Tristeza? No.
¿Soledad? No. Estoy aquí. ¿Quién sigue?
Nadie. No puedes. ¿No?

Salida. ¿Quién es? ¿Eres tú?
Súplica. Lo hice. Lo haría.
¿Por quién suplicas? Silencio.
Olvido. Perdón. ¿Suplicas? Jamás.

Luz, reflejos, ¿Quebrado? El espejo.
La he encontrado. Mi razón. ¿Te rindes?
No puedo. No quiero. ¿Terminó? No.

Aquí estoy. Regreso. ¡Siempre!

19 junio 2011

La Bruja de Koe, Cap. IV

Capitulo IV: Visitas Indeseables


Tiempo después del infortunado incidente con el Guía uniluminado, la inesperada visita de un grupo de mercenarios a la villa, fue un suceso de consecuencias imprevistas para todo el reino. Y no fue un suceso agradable. El pueblo de Humé siempre aislado de todo, nunca había visto semejantes hombres en los alrededores, desalmados con armaduras relucientes al hombro y portando toda clase de armas letales. A nadie le agradó conocerlos, hubieran preferido el asalto fugaz de algún despreciable iyoco.

En relación con todo esto, acontecía que en la región noroeste de las tierras conocidas, en el reino de Nameric se gestaba una invasión a Woldon. Nameric siempre se proclamaba a sí mismo como el reino guardián de la paz y la libertad de los hombres en las tierras conocidas, sin embargo todo el mundo sabía y daba cuenta de la maldad de Nameric, siempre embaucaba, engañaba, comprometía y amenazaba a los demás reinos apoyados en el poder de su comercio y en su formidable ejército.

Shiborug estaba relativamente sobre aviso acerca de las intenciones de la invasión y sospechaba sobre la verdadera motivación de tal acto. Sabía que las minas de adenita comenzaban escasear en Nameric y que Woldon tenía una amplia reserva por todo su territorio. La adenita podía sustentar toda una economía: Un mineral fundible altamente resistente, y extremadamente ligero, totalmente maleable, era ideal para fabricar toda clase cosas: desde armas ligeras, resistentes y letales, hasta inocuos utensilios de cocina, por ese entonces no se sabía que el uso de la adenita combinado con el vino podía causar envenenamiento progresivo y perdida de la cordura, quizás eso es lo que pasaba con los gobernantes de Nameric.

Woldon no tenía relación comercial de adenita con Nameric a pesar de los variados intentos del poderoso imperio de adueñarse de la producción de los depósitos, pero en el pasado El Fiero, monarca de Woldon, resistió las presiones y no cedió ante al enemigo de la mayoría de los pueblos.

Por otra parte la invasión se retrasaba debido en parte a que el poderoso reino de Nameric debía de justificar ante La Magna Asamblea de Gretell su actitud beligerante. En esta centenaria institución se reunían embajadores de los cuatro reinos de las tierras conocidas. Exceptuando por supuesto a las oscura tierras de Horeldom.

El representante de Nameric en La Asamblea argumentaba que la invasión se requería ya que el régimen de Shiborug amenaza la estabilidad de los demás reinos del mundo. Argumentaba que un reino tuviera un mago en su consejo mayor y que este prácticamente manejara a su antojo al gobernante era inaudito, además los espías de Nameric informaban sobre una especie de academia militarizada para magos de poderes muy acentuados, donde unidades del ejercito de Woldon con estas habilidades “especiales” se desarrollaban a pasos agigantados constituyéndose en una arma de considerable poder y una amenaza potencial para los demás reinos. Esto Nameric no lo toleraría, a pesar claro, de que ellos entre sus filas también tuviesen muchas más de estas “unidades especiales” y de que su poder bélico fuera más devastador que el de cualquier otro reino.

La Asamblea, sin embargo, resistía a duras penas la petición de Nameric. El déspota reino exigía la aprobación de medidas represivas entre ellas apoyo a la invasión, amenazando discretamente con suspender el comercio u otro tipo de represalias si los demás reinos no le respaldaban. Pero la Manga Asamblea no encontraba argumentos suficientes para iniciar acción alguna, además el mundo temía otra monstruosa Batalla de Hechiceros como la de la Montaña Perdida al final de la segunda era de la magia y en la que desaparecieron pueblos enteros. Fue en esta batalla en la que los Maestros del Fuego se sepultaron para siempre en el olvido y se cerraron las dos eras doradas de la magia.

Sin embargo en Humé nada de esto se sabía, la vida estaba alejada de conflictos políticos, militares o de cualquier otra índole. Aquella banda de ocho guerreros era de Nameric y hacían un reconocimiento previo a la invasión. Habían entrado por el oeste en un desembarque relámpago en la bahía de Jeroa. Toda esa región era selvática e inhabitada por humanos casi totalmente, el primer rasgo de población luego de mucho tiempo de viaje era Humé. Así que tomaron el humilde caserío como punto de descanso mientras se preparaban para el siguiente trayecto en la expedición.

Desenmascarando prontamente su verdadera naturaleza, despojaron a varios humildes campesinos de sus chozas, se enfundaron en sus armaduras y se asentaron, señoreando su poder sobre todos, exigieron servilismo o que se atuvieran a las consecuencias. Ultrajaron salvajemente a un par de pobre jóvenes dejándolas luego severamente heridas, casi moribundas. Mataron animales para que se los preparasen como alimento, desmoralizando completamente al pueblo. Claramente su proceder inidcaba que Humé no sobrevivirá al pequeño contingente.

Elidjem bajó al pueblo por algunas provisiones, y de inmediato fue enterado de la situación. Temió por su hija aunque los guerreros no se habían enterado de la vereda a la montaña Koe ya que ésta se halla hacia el sur y ellos venían del oeste seguirían al nordeste evitando los caminos principales enrumbándose a Kartabaal y luego de ahí según los informes de los espías  se dirigirán a Shiborug  o se devolverían para apoyar la invasión. El padre de Asarat no se atrevía a volver por temor a ser seguido por alguno de los hombres armados, quienes patrullaban la villa en busca de excusas para agredir. Así llegó la noche y Elidjem tuvo que quedarse en el pueblo.

Se reunieron los pueblerinos en la plazoleta al centro de la villa frente a las chozas que los enemigos habían tomado, encendieron un gran fuego temiendo que si se dispersaban, individualmente, serian presas fáciles de los agresores durante la noche. Elidjem comenzó a evaluar la situación: Uno de los miembros del pequeño contingente enemigo era un mago. Elidjem se percató por que observó pequeños indicios de su habilidad. Los demás parecían jóvenes guerreros escasamente curtidos quizás en un par de batallas a excepción del titular, el líder del grupo, un hombre excepcionalmente alto y corpulento llamado Jon, quién dirigía toda la operación de reconocimiento, se le observaba como un viejo conocedor de campos de batallas, varias cicatrices en su rostro lo aseguraban. El grupo estaba formado por un par de arqueros, cuatro espadachines, uno de ellos era Jon, un gigantesco hombre con una enorme maza y finalmente el mago quien también parecía el explorador, quien solo portaba una daga, todos en permanente alerta. Ellos nunca dejaban sus armas, siempre estaban listos para desenvainar.

En la aldea un grupo de hombres y jóvenes, ofendidos por las despreciables acciones de los invasores, se disponía arreglar la situación de una vez. Hicieron un plan para entrar a las chozas por atrás mientras los malvados rumiaban el alimento y con sus herramientas de trabajo empuñadas como armas, asesinar a los agresores antes que se dieran cuenta de lo que les había pasado.

El plan estaba condenado a fracasar desde el inicio. No había manera que unos combatientes entrenados sucumbieran ante un grupo de sencillos labriegos. Los valientes irrumpieron en las cabañas, lanzándose sobre los invasores. En la primera cabaña, los valientes murieron asesinados casi instantáneamente bajo el filo de las espadas. En la segunda, el mago se hizo cargo y los arrojó fuera, frente a la pequeña congregación de la aldea en la plazoleta.

Los hombres volvieron a enrumbarse a la cabaña pero el mago les salió al paso. Ante el asombro del pueblo, una ráfaga de fuego salió de la palma del hechicero. Tres de los cinco luchadores del pueblo cayeron al suelo revolcándose entre las llamas hasta morir carbonizados entre espeluznantes alaridos de dolor. Elidjem que conocía el poder de los magos, corrió a intentar contener al par de hombres sobrevivientes del ataque para que no perdieran sus vidas en vano. Al mismo tiempo de la otra cabaña salían los guerreros arrastrando por el cabello los ensangrentados y mutilados cadáveres de los otros campesinos. El pueblo se horrorizó cuando los perversos lanzaron contra ellos los cuerpos de los que en vida fueron sus amigos y vecinos.

Jon salió de su cabaña, echó una despreciable mirada sobre la muchedumbre.
”-Han cometido un terrible error-” sentenció con el acento curioso de los del norte “-Para mañana este miserable pueblo habrá desaparecido. No quedará nada en pie para el amanecer. ¡Destrúyelos!” le indicó al mago que acabará con los restantes hombres de la fallida insurrección y a los cuales Elidjem contenía interponiendo su cuerpo.

El mago volvió a lanzar su fuego infernal sobre los pobres condenados quienes no tuvieron tiempo de reaccionar, pero una vez que las llamas devoradoras salieron de su palma fueron vueltas en suaves plumas blancas que acariciaron los sorprendidos rostros de Elidjem y los demás. El hechicero confundido miró a su derecha y la contempló: una hermosa joven de largo cabello negro lacio y vestida de blanco, sonriendo, iluminada por el fuego de la plazoleta y por las lunas gemelas, caminaba hacía los insurrectos.

“-¿Asarat?-“, Inquirió aquejado Elidjem al ver a su hija,
“-Padre, estaba preocupada por tu ausencia-” contestó la joven mientras avanzaba en su dirección. El pueblo miraba a la joven bruja maldita, a la vez que temía la reacción de los guerreros.

A una señal del líder invasor, el inmenso guerrero portador de la masa se abalanzó sobre Asarat, la niña parecía que ni siquiera se había percatado. Cuando se hallaba a un suspiro de distancia, el gigante arremetió con su arma y toda su furia contra la joven con un bufido. Ella pronunciando una palabra que el guerrero no pudo escuchar y con un leve soplido lo arrojó contra otros dos de sus compañeros, tan fuerte que se estrellaron contra la cabaña a sus espaldas, la enorme maza que el guerrero había soltado fue tras ellos para dejarlos inconscientes con un golpe más que contundente.

En los ojos de Jon ardió la furia.”-Ustedes destrocen a la pequeña zorra-” Le ordenó a los otros tres guerreros. Salieron a su encuentro, el más adelantado desenvainó su espada y se apresuró para embestir a la joven, los otros dos se aprestaron a abatirla con sus flechas.  Cuando el espadachín estuvo lo suficientemente cerca arremetió, pero su espada hendió el vacío. Asarat le había esquivado de forma sorprendente, en un parpadeo. Ya estaba más cerca de su padre cuando un par de flechas se deslizaron buscándola. Pero el guerrero de la espada, como arrebatado por una mano invisible fue obligado a interponerse en su trayectoria y las flechas se le hundieron en la espalda cayendo herido por sus propios compañeros. Lo arqueros se disponían a cargar  otro par de flechas cuando sus pies se separaron del suelo, parecían flotar infinitamente cerca del piso pero sin poder tocarlo. Aterrados y desesperados dejaron caer sus armas. Entonces la niña les sonrió, susurrando algo e inmediatamente comenzaron a golpearse las cabezas uno con otro como muñecos de trapo atrapados en las manos de una pequeña malcriada hasta caer inertes. Para entonces Asarat ya había llegado con su padre.

Sorprendido de que en aquel miserable caserío existiese alguien con tales habilidades, el mago se acerco a su jefe
“-Es muy poderosa-” le dijo.
“-¿Puedes con ella?”- Le mandó Jon más que preguntarle,
“-Por supuesto, los magos solo tienen poder sobre espíritus inferiores-” contestó seguro de sí mismo el hechicero y  dio unos pasos hacia adelante.

Comenzó con unos movimientos de manos, como si arrojara objetos invisibles. Pronto se observaron puñales de hielo que se lanzaban velozmente contra Asarat, quien apartó suavemente a su padre para enfrentar a su enemigo. Solo miró los mísiles helados moviendo apenas los labios y éstos se derritieron convirtiéndose en rocío antes de llegar hasta a ellos. La joven se volvió hacia su padre como esperando una aprobación a lo que Elidjem comprendió y movió la cabeza afirmativamente, entonces Asarat se preparó para dejar de defenderse y pasar al ataque.

“-Asilash d’ilah em sorcede-” pronunció fuerte la joven en la vieja lengua de hechiceros antiguos, y de inmediato las vestimentas del mago enemigo desaparecieron dejándolo desnudo ante el pueblo entero, que no pudo contener una sonara carcajada a pesar de lo grave de la situación El hechicero de inmediato pronunció el contraconjuro y sus ropas volvieron a estar en su lugar. Humillado y mordido por la cólera, mientras miraba la risilla apenada de la joven, pensó que acabaría con la insolente de inmediato.
“-Tredim emul oyimer ku boute-” exclamó poniéndose en cuclillas y colocando sus manos contra la tierra, entonces ésta comenzó a estremecerse con un tremendo temblor.
                                                                                                                                                                   
La gente gritaba y temía por su vida, mientras las paredes de las chozas crujían  y parecían desplomarse, de repente donde estaba Asarat el suelo se abrió y ella cayó en la grieta desapareciendo en la profunda oscuridad. El temblor continuó hasta que el hoyo abierto volvió a cerrarse. El hechicero se irguió finalmente, tambaleante, visiblemente agotado pero satisfecho, mientras tanto Elidjem ofuscado, con los ojos llenos de lágrimas, rasgaba la tierra con sus manos desesperadamente gritando el nombre su hija.

Pasaron instantes eternos para el padre de la joven hechicera. Pero al cabo de unos segundos una dulce voz le dijo suavemente. “-Aquí estoy padre-” Al lado del noble leñador, el cual tuvo que fijarse muy bien para observar la figura traslucida de su hija a su diestra. Poco a poco se materializó Asarat junto a su padre y éste la abrazó con lágrimas en los ojos. Ni Jon ni el mago podían creer lo que miraban. Al mago le quedo especialmente claro que no podría vencer a la joven, había usado su hechizo más poderoso, quedando agotado y no había conseguido nada, aquella criatura lo había sobrepasado por mucho.

Asarat se apartó un poco de su padre. Encaró a los bellacos con una mira segura y desafiante. mientras llevaba las manos hacia y hacia adelante como empujando el aire invocó solemne:
“-Boutit asilash erelit lorene, reigal ure boutit-” de inmediato atrás de ella apareció un enjambre de resplandecientes avispas nocturnas que se lazaron salvajemente contra el mago y su líder. Este último asediado por los ponzoñosos insectos que clavaba sus afilados aguijones hasta hacer sangrar, se arrojó contra Asarat desenvainando a toda prisa su mandoble dispuesto a partirla de un tajo. Cuando se hallaba lo suficientemente cerca como para asestar el golpe, sintió como si un rayo ardiente le hubiese a travesado el costado, puso su mano sobre su abdomen y comenzó a brotar tumultuosamente la sangre. Detrás de Jon y sosteniendo firmemente la espada de uno los malandros, se encontraba Elidjem quien acaba de herirle mortalmente atravesando incluso la armadura en pos de proteger a su hija. El líder de los despiadados invasores echó una última mirada incrédula a la hechicera mientras se desplomaba muriendo en medio de un charco de su propia sangre. Mientras tanto, los insectos se alejaban llevándose su zumbido y mucha sangre de los bandidos.

La pequeña población de la villa que hasta entonces todo lo contemplaba estupefacta se envalentonó con la maniobra de Elidjem, y al ver muerto al líder de los invasores se abalanzó contra los demás enemigos, acabándolos antes que recuperaran la conciencia, incluso el devastado mago que ya no se encontraba en condiciones de dar batalla murió vapuleado por la gente de la  villa de Humè.

Asarat tomó la mano de su padre que aún sostenía la espada ensangrentada, él dejó caer el arma y ambos se fueron de la villa mientras el sol comenzaba a despuntar en medio de las montañas, dejando atrás el barullo victorioso en medio de las chozas  de los habitantes de la villa. A pesar del incidente de los guerreros furtivos, el pueblo continuó creyendo obstinadamente que Asarat era una perversa y muy peligrosa hechicera, incluso más arraigadamente que antes; en la mente de los lugareños seguía grabada la maldición que le conjuró el Guía uniluminado tiempo atrás.

Gracias a la inusual situación vivida en Humé y a que ésta fue comunicada a los gobernantes de la región, la alarma se dio en todo el reino y la posible invasión sorpresa sin el permiso de la Magna Asamblea de Gretell  quedó expuesta y complicó aun más los planes de Nameric. Además el incidente logró  poner al  insignificante valle de Daires en la mente de la gente del reino como el lugar en el que se libró la primera batalla, y en el que se logró la primera victoria. Sin embargo poco tiempo transcurrió y los reinos de Woldon y el de Nameric se precipitaron inevitablemente al conflicto, aún cuando Nameric no consiguió el apoyo de la Magna Asamblea, lo que significaba una acción al margen de todos los tratados previos, los cuales prohibían la unilateralidad de una agresión y habían conseguido hasta entonces una relativa estabilidad entre los reinos.

Shiborug, la capital de Woldon, ordenó que cada hombre saludable y con edad suficiente luchase por su tierra y se enrolara en la Armada Real. A este llamado respondieron todos los hombres en edad de pelear de Humé incluyendo a Elidjem, quien ahora luchaba las batallas para defender el puerto de Riota de la fuerza naval enemiga. Asarat se había quedado sola en la montaña Koe y esperaba el regreso de su padre sano y salvo.

30 abril 2011

La Bruja de Koe, Cap III

Capitulo III: El Guía


Pasó el tiempo y Elidjem no sospechaba del inmenso poder que crecía en su hija hasta que llegó la fiesta del Sol. Asarat apenas estaba por alcanzar su undécimo año y bajó con su padre para participar de la algarabía que escuchaban a lo lejos.

La fiesta del Sol era una de esas tradiciones sobrevivientes de los viejos días, cuando los hombres adoraban a las estrellas y la magia era más aceptada entre la gente. Se celebra la llegada del sol brillante después del oscuro invierno, marca el inicio de la época de siembra, y en todos los pueblos hay fiestas, comidas y juegos. Se vierten jarrones de cerveza de guta y libaciones de vino de colmane, la comida se componía de frutos en conservas y carnes secas y la gente se agrupa frente a hogueras a cantar con sus vecinos a contar cuentos interesantes o graciosos.

En medio da la fiesta la inquieta niña se escurría de aquí para allá, tratando de jugar o charlar con algún joven hasta que llagaba la madre de éste y se lo llevaba indignada de que su hijo tuviese contacto con la pequeña bruja. Elidjem la vigilaba y sufría todo aquello silenciosamente en su corazón, pero a Asarat no parecía entristecerle, era fuerte como su madre.

Un tanto apartado del bullicio, un representante de los Uniluminados se hallaba predicando su palabra a un grupo pequeño de feligreses que rodeaban una fogata. Aquellos representantes eran conocidos como Guías de la Luz, o simplemente Guías entre el pueblo. Los Uniluminados son una de las fuerzas religiosas más grande en Yeljer, las tierras conocidas, y por ende también del reino de Woldon. Éstos consideran cualquier otro tipo de ideas religiosas como paganismo absurdo. Aunque de los uniluminados se dice que no son violentos, sí son muy cerrados y estrictos en sus círculos de influencia. Su ideología se basa, como la mayoría de las religiones, en libros escritos hace eras por un ente divino o alguna criatura inspirada por entes divinos, este libro es lo que Uniluminados llaman la Sacra Lectura, escrita, según los sabios, antes incluso de la Era Oscura.

La Sacra Lectura habla del bien absoluto conocido como Amir, el dios regente de los tres cielos y de las legiones de la Luz, y de su opuesto, el mal absoluto, conocido como Argiel, el demonio que camina entre nosotros, señor de la destrucción y regente de las huestes de la oscuridad. Por supuesto, solo unos pocos pueden leer la Sacra Lectura, en este mundo de analfabetos, los Guías tratan de arrear al resto como a rebaños de ciegos.

Existen también otros cultos o religiones, la mayoría pequeñas sectas con poca influencia popular o política, otras son grandes y poderosas pero sólo en algunas regiones y algunas son secretos a voces, entre ellas, la magia, es considerada un culto pagano de practica prohibida para cualquier uniluminado, pero su practica en sí no es castigada por ninguna ley, al menos no en Woldon.

Estaba pues el Guía,  un hombre de edad bastante madura, llamado Aleford D’Altera, recién llegado de la gran ciudad enviado por el consejo de Tíbores como misionero, en uso de la palabra leyendo para los feligreses la Sacra Lectura, cuando Asarat curiosamente se acercó a escuchar el monólogo que sostenía. Elidjem era un uniluminado por tradición familiar, si bien no había tenido tiempo para enseñarle a Asarat los ritos religiosos, se sorprendió gratamente al ver el interés de su hija por ser una con la Luz, como dicen los Uniluminados

Aleford observó como la niña se abría paso entre la gente hasta llegar frente a él.
“-¿Me prestas el libro?-” le dijo suavemente Asarat apenas se halló frente al hombre que leía. La gente se escandalizó al ver que la infante, la bruja de Koe, osaba pedirle a un Guía la Sacra Lectura. El D’Altera hizo una pausa mientras la gente se apaciguaba.
“-¿Para qué lo deseas, pequeña joven?-” resolvió preguntarle.
“-Quiero verlo-” respondió Asarat a la vez que extendía su mano para recibir el libro. El Guía sonrió.
“-Necesitas saber leer para comprender, pequeña-” La gente rompió en una sonora carcajada al escuchar la ironía en las palabras del Guía.
“-Ya lo sé-” sonrió la joven sin inmutarse siquiera ante la insinuación de ignorancia.

Sorprendido ante la aparente ingenuidad de la niña, el guía colocó el libro en las manos de Asarat lo que provocó un murmullo creciente en el público. Tras una hojeada rápida, Asarat comenzó a pasar las amarillentas hojas cada vez más rápido y con una evidente desesperación,  Aleford intentó quitarle el libro,
“-Espera, con calma-” le replico él. Pero Asarat tiró la Sacra Lectura por el suelo gritando
“-Este libro está muerto, ¡muerto!-”.La gente cayó en un silencio fúnebre.
“-¡Qué has dicho imprudente!-” le aseveró el hombre de la túnica gris abalanzándose para abofetear a la niña, pero ella le sujetó la muñeca. Aleford gritó separándose inmediatamente al sentir que había sido objeto de una severa quemadura, los ojos del afrentado se tiñeron de furia
“-¡Te maldigo demonio, en el nombre de Amir y los tres cielos!-” Chilló apretando los dientes. Asarat observó el libro en el suelo e hizo un ademán con su mano pasándola por encima del mismo, pronunciando algo que el hombre no alcanzó a comprender, inmediatamente la Sacra Lectura ardió consumiéndose rápidamente en el fuego, todo ante los ojos llenos de asombro, temor e ira del Guía.

La gente conmocionada  sólo atinó a hacerse a un lado al paso de Asarat quien buscaba a su padre con la mirada, éste no podía creer lo hecho por su hija y todo lo que pudo hacer fue protegerla ante la inminente avanzada de la gente en busca de linchar a la recién maldecida bruja.  Elidjem y su hija tuvieron que retirase nuevamente a la montaña en medio de insultos, piedras, palos y escupitajos. Desde entonces la bruja de Koe pocas veces bajaba a la villa de Humé.

En vista de lo sucedido el preocupado padre decidió intentar darle un poco de guía su hija en las artes de las buenas costumbres, para tratar de contener su carácter a tiempo. Si se salía de control, con semejante poder entre manos, constituía un peligro para todos incluyéndola a ella misma.

Comenzaron a compartir largas charlas en el porche de la cabaña con su hija, en las él cuales procuraba darle algunos consejos de vida: 
“-Escucha a los viejos, en ellos se halla la experiencia-” le decía “-El honor ante todo, tu nombre es lo único que tienes por eso siempre mantén tu palabra pase lo que pase. Ayuda sin esperar recompensa. Nunca hagas daño a nadie”, en este último ponía de ejemplo al Guía, el uniluminado herido por su hija, a lo que Asarat replicaba que fue él quien intentó agredirla primero, su padre estaba de acuerdo, pero le señalaba que aun así, ella había usado mucha fuerza para defenderse.

La joven escuchaba con atención los consejos de su padre, sentada a luz de los atardeceres o en compañía del pálido brillo de Ia y Yui, las gemelas de plata.  La joven guardaba las premisas y consejos en su corazón a pesar de no entender del todo varios de ellos. Su padre, serio y solemne le repetía:
“-No seas insolente ante la autoridad eso trae problemas. Agacha la cabeza si ves o estas entre nobles. Apártate de las criaturas malvadas, evita el trato con los magos, los Iyocos, los Growls, y con las demás criaturas oscuras de nuestro mundo. Respeta la vida en todas sus formas. No seas altanera ni orgullosa, respeta lo que los demás piensan, a pesar de que este convencida de que se equivocan. Siempre piensa que puedes hacer mucho bien pero también mucho mal-”

Un sin fin de consejos, prácticos unos, más esotéricos otros, con los que Elidjem pensaba podría dar alguna guía para el futuro camino trazado para su hija. Entre la infinidad de preceptos dados por su padre, Asarat reconoció que muchos de tales consejos se referían al comportamiento en sociedad, y no la sociedad de la pequeña villa perdida en el valle de Daires, de la que formaba algo de parte, sino a las grandes sociedades aristocráticas de los nobles, de las viejas grandes ciudades alejadas de los pueblos como el suyo. Sospechó que el origen de su padre no estaba en aquel pueblito olvidado por Amir como dirían los uniluminados, sino en alguna otra parte, tal vez muy alejado de aquí, pero no quiso preguntarle, su padre siempre se entristecía al hablar de tiempos pasados.


Elidjem también intentó aprovechar aquellas charlas para comenzar a enseñarle a su hija el valor de la doctrina de los uniluminados. Fue caso perdido. La joven no quería saber nada de oraciones o ritos de la religión, no quería oír del tortuoso camino hacia la luz que debe recorrer el alma, la división de Amiliel o la guerra de Amir y Argiel por los tres cielos, aunque si algo le llamó la atención debió ser esta parte. En fin, el compungido padre debió aceptar que su hija tampoco aceptaría su religión, al menos no como la verdad absoluta.

25 marzo 2011

Caza de Sangre III

+ Ajusticiadora +


Cuando eran necesarios, ella y su grupo aparecían.  Durante más de trescientos años había desempeñado su labor ya sea castigando a otros cainitas en el principado de Buenos Aires o cazando algún amenazador lupino solitario en las heladas estepas rusas. Donde su nombre era conocido, infundía temor entre la mayoría de los vástagos. En los últimos años, sin embargo, los ajusticiadores eran menos requeridos, la tecnología parecía querer reemplazarlos. Esta vez se hallaba en la Ciudad, descansando de la inmortalidad en el principado de Arbarth Mondaraz, un poderoso Ventrue bastante antiguo, cuando intempestivamente él requirió sus servicios.

Hiboshi Akana era una ajusticiadora, abrazada en medio de la feroz guerra civil japonesa, en medio de las batallas de Oda Nobunaga. Mondaraz había salido de Europa en medio de traiciones y la asfixiante persecución de la inquisición, con casi toda su descendencia perdida o destruida. La época no era la mejor, la joven camarilla apenas se sostenía,  los ecos de la revuelta anarquista aun podían escucharse y la creación del mítico Sabbath comenzaba a cobrar veracidad entre los hijos de Caín. El antiguo líder de los Ventrue deseó dejar las viejas tierras y viajar hacia el nuevo continente, pero por error abordó un barco portugués que desembarcó en Nagasaki en 1567.

Akana, huérfana de nacimiento, fue criada en una de las familias practicantes del ninjitsu más reconocidas de las colinas en las afueras de Kyoto. Creció dentro de aquel arte, padeciendo sufrimiento extremo en los entrenamientos pero avanzando velozmente, con infinito valor, mucha determinación y un gran talento innato para el mismo, muy joven se convirtió en una de las pocas Kunoichi, mujeres ninja, contratadas por el gobierno.

Luchaba, pues, del lado del imperio. De oscuros cabellos y pocas palabras, trabajaba directamente para la gobernación de Kyoto, lo que la constituía en una especie de traidora a los ojos del pueblo. Una noche, cuando los rebeldes hicieron una pequeña incursión en los jardines del palacio imperial, Mondaraz, que se alimentaba en los alrededores, la divisó entre las penumbras: La bella e inocente jovencita de día se convirtió en una inmisericorde y sigilosa asesina nocturna, eliminado silenciosamente uno por uno a los insurgentes. Esa noche, el ventrue decidió abrazarla y convertirla en su nueva favorita y de paso hacerse de una guardaespaldas.

Se le presentó en el jardín, como una sombra de rostro blanco posado sobre la fuente.
_”Eres una criatura interesante” le dijo sonriendo. “¿Deseas ser inmortal joven asesina?”.
“¿La inmortalidad? Es ridículo, forastero. Mejor sal del castillo antes de que termines herido” La ninja sorprendida por la aparición repentina del caucásico extraño, recia y burlonamente rechazó, de tajo, el absurdo ofrecimiento de la inmortalidad que le presentó Mondaraz con todos los alardes y en perfecto japonés.

El ventrue obviamente no aceptaría negativas y sobrevino una pelea entre ellos en la que para el asombro de la Kunoichi, el extranjero no podía ser asesinado fácilmente.

Entre saltos acrobáticos y maniobras imposibles, la kunoichi le lanzó todo su arsenal: sus shurikens tan solo fueron un juguete simpático para el vampiro una vez que se arrancó los que se le habían incrustado en el tórax. Al instante siguiente se encontraba tras la asesina, ella de inmediato se volteó con una velocidad que sorprendió a Mondaraz, blandiendo su katana cuyo filo fue a abrir la garganta de aquel.

Casi logra decapitarlo, un descuido del monstruo, le hizo una herida de degüello que no logró su propósito. Atemorizada, pensó que debía ser alguna especie de Oni, demonio del folklore nipón. El solo la miró mientras la herida sanaba ante los ojos de la ninja y se lanzó de nuevo tras ella.

La asesina en serios apuros atrapada en medio del juego del gato y el ratón, logró milagrosamente escaparse al abrazo planeado por el vampiro gracias a la llegada invariable del alba,  Mondaraz complacido por las habilidades de su víctima, se replegó preparado para dejar de jugar y finalizar el trabajo la próxima vez.

La oportunidad se le presentó de inmediato. La noche siguiente un gran ataque al castillo por parte de los rebeldes se llevó a cabo. La guerrera luchó bravíamente, dejando un reguero de cuerpos inertes, pero eran demasiados. Los guardias del palacio terminaron abandonando sus posiciones dejando el castillo a su suerte. El temperamento de Akana no le permitía ese lujo, si debía morir aquella noche, moriría luchando.

Al final el castillo ardió y la joven moribunda yacía en medio de las llamas en una de las habitaciones del recinto imperial. Sarcástico y bien humorado llegó el demonio de la noche anterior a ofrecerle una vez más la inmortalidad. Se acuclilló a un paso de donde yacía, con un dedo probó la sangre que se derrama por el suelo y le dijo:
_”Ahora con esta nueva perspectiva que tienes, ¿Qué te parece la inmortalidad?”_
Aún en su condición, mortalmente herida, desangrándose, la kunoichi rechazó la propuesta alegando honor.
_”Todo es nada, nada es todo, no existe la inmortalidad, y aunque existiera, hoy he de morir, después de luchar con honor moriré con honor.”_

Mondaraz hastiado de la terquedad humana la iba dejar consumirse en las llamas que se acercaban, pero en el instante final decidió salvarle y abrazarla sin su absurdo consentimiento. Sacándola del recinto en brazos, ya con el cuello perforado y en su boca la sangre del inmortal, la llevó a su cubil.

Así Hiboshi continuó existiendo, en un principio odiando con furia rabiosa a su Sire y luego otorgándole total sumisión y lealtad a quien le entregará la maldición de la espada de Gabriel. Usando el oscuro don recibido para maximizar sus habilidades hasta convertirse en una inclemente ajusticiadora de los no-vivos.


Vestida con su Shozoku (trajo negro usado por los ninja), ahora dirigía a su grupo de tres ajusticiadores, cazando en la Ciudad a los vástagos de un demente, aparentemente más loco que el promedio de su clan. Una cacería de sangre a la antigua, como a ella le gustaba.

05 febrero 2011

Caza de Sangre II

+ La Camarilla +


En el suntuoso salón principal de la Mansión de los Prudentes, en los verdes suburbios de la cuidad, donde las grandes residencias son el paisaje predominante y la aparente alcurnia de sus residentes no deja margen ni siquiera para la clase media, la Progenitura discutía los recientes acontecimientos entorno al chiquillo revoltoso Malkavian. El ambiente era tenso. Los líderes de los clanes no ocultaban su preocupación e indignación por el descuido de los dementes, tomarían una decisión aquella misma noche y ésta se vislumbraba inmisericorde.

Mitchell, de los Brujah, severo y tosco como de costumbre, golpeaba por enésima vez la mesa oblonga de roble rojo, esta vez sugirió la aplicación severa de las tradiciones y propuso una cacería de sangre inmediata y exterminadora:
_ “Es imperante la destrucción de los bastardos, cada segundo que perdemos aumenta el peligro para la mascarada, debemos pararlo y pararlo ahora mismo”.  Vociferó apretando su puño en la mesa.

Charlice, de los Malkavian, se ensombreció ante la amenaza de una cacería contra vástagos de su clan, humillante, simplemente humillante. Sin embargo sabía que, en todo caso, tarde o temprano los sucesos desembocarían en ese destino funesto, después de todo el miserable de Orlando se había salido de control nuevamente desde hacía tiempo, habían tardado demasiado en reaccionar y ya no había nadie que encausase su locura.

Los sombríos personajes de la reunión, sopesando la situación, reaccionaron favorablemente a la extrema propuesta de los Brujah. Los no-vivos tienen sus reglas y el quebrantamiento de las mismas se castigan con toda la dureza necesaria, la mascarada debe prevalecer a toda costa.

Darien, líder de los Toreador, siempre elegante y locuaz, estaba también de acuerdo, como pocas veces, con Mitchell:
_”Creo que todos en el concejo concordamos con los Brujah, lo más sano es eliminar al  rebelde y a su descendencia, debemos presentarle el caso a Mondaraz para que autorice y disponga la ejecución…”

Sin embargo no había terminado de pronunciar la última palabra cuando el príncipe irrumpió en la reunión. Ataviado con su típico traje negro de ejecutivo corporativo y su bufanda de seda blanca, soberbio y magnánimo, se abrió paso entre los gentiles hasta llegar junto a la líder Markavian quien igual que todos en la sala, le reverenció.

_ “Estoy enterado de la situación, ¿A cuántos a abrazado hasta ahora?” _ Preguntó sin perder el tiempo dirigiéndose directamente a Charlice.
_ “Cuatro o cinco, mi Señor” _ contestó la líder Malkavian. Un gesto desaprobación se dibujó en el blanco rostro del príncipe, sus ojos azulados relampaguearon de ira; la  interrogada, solo bajó la cabeza, ocultando el rostro tras su blanca cabellera.

Todos estaban expectantes ante las siguientes palabras del regente. Darién intentó decir algo pero Mondaraz con un leve movimiento de mano, le calló.
_ “Realizaremos la Cacería de Sangre a menos que tengas algo que decir” _ volvió a inquirirle nuevamente a la demente, pero Charlice con la cabeza baja  le contestó escuetamente.
_“Nada tengo”.
_”Entonces, hecho está. Los ajusticiadores saldrán enseguida a destruir al Malkavian conocido como Orlando DiMarco y a todos sus vástagos. Declaro Cacería de Sangre inmediata en su contra, ¡Que Caín nos guíe!” _ Sentenció el Príncipe Ventrue Mordaraz y presurosamente dejó el lujoso salón.


Con la suerte echada y sin más que discutir, en fúnebre caravana salieron los progenitores de la mansión mirando de reojo a la Malkavian. La mayoría ponzoñosamente intrigantes, como siempre, no ocultaban la satisfacción de la sentencia. Al final solo Darien, dueño de la residencia, le exteriorizó su pesar, más bien fingido, por la situación. Charlice que abordaba su vehículo, le miró a los ojos con la furia de un loco ofendido pero no dijo nada, “primero la falaz diplomacia y luego la decapitación lenta y satisfactoria” pensó la sabia Malkavian, “ya habrán oportunidades mi querido Darien” y su automóvil se perdió en dirección a los pies de los gigantes de concreto reforzado y metal

19 enero 2011

La Bruja de Koe: Cap II

Capítulo II: La hija del Leñador


Su nombre era Asarat, Asarat  la bruja, como muchos decían: la bruja perversa de la montaña Koe. Era joven, muy joven para vivir completamente sola en medio de la montaña, habían pasado tan solo dieciséis cosechas desde su nacimiento, pero era fuerte, decidida, muy valiente, inteligente y sobre todo extrañamente poderosa. A esa edad, debería estar desposada, pero para ella esa vida no le estaba destinada, al menos no por ahora y la guerra había facilitado que no conociera pretendiente alguno, además, en aquella aldea ningún hombre se atrevería siquiera a pensarlo.

Nunca conoció a su madre, creció con su padre, un leñador de la región, solos en aquella montaña. Él mismo construyó aquella casa para su madre, pero ella murió al darle a luz.

Desde muy pequeña Asarat había dado muestras del poder que habitaba dentro de ella. Una tarde cuando apenas tenía apenas tres años trajo un conejo de orejas redondas muy malherido a la casa. Su padre fumaba una piba en el porche de la casa cuando extrañado miró a su hija con el ensangrentado animal en brazos con una enorme herida producto de algún guijarro malintencionado.

_"Hija mía, el pobre conejo está muy malito". Le dijo mientras se enderezaba un poco en su mecedora para ver mejor al animalito.

Asarat colocó al conejo en medio del escalón del porche, frente a su padre, ella se hincó y le impuso las manos. En segundos el animal comenzó a moverse y a dar signos de recuperación; Poco después la niña lo seguía riendo por todo el alrededor de la casa, sin ningún indicio de la herida, de la que solo quedaba la sangre en las manos de la pequeña y en el escalón. El padre sonrió sorprendido, pero también se consternó, comprendió que su hija iba a ser digna sucesora de su madre.

La fama de Asarat no fue contenida en la montaña. Pronto se propagó el rumor de que la hija del leñador hacía cosas asombrosas por el humilde poblado de Humé, el caserío al pie de la montaña Koe, en el valle de Daires. En plena infancia ya era conocida como la buja de Koe, y no era que los magos, hechiceros o brujos no fueran conocidos por toda aquella tierra, si no que todos ellos tenían mala fama: eran los embusteros, los ladrones, malditos hermanos de Argiel igual que los Iyocos, Kralios y demás criaturas despreciables o de poderes inalcanzables para el vulgo. La percepción de los magos o hechiceros era así de mala a pesar de que un poderos mago era consejero del Rey de Woldon en  Shiborug, o, quizás, era por eso mismo que se les daba aquella fama.

Las madres de los pequeños de la aldea no dejaban que sus hijos se reunieran con la pequeña Asarat para jugar cuando ella bajaba con su padre a comprar alimentos o a dejar la madera.
_”No juegues con la pequeña bruja, es mala, todos los brujos son malos” _ le decían las madres a sus pequeños mientras los tomaban del brazo y los metían dentro de sus chozas a toda prisa.
_”Te puede hechizar y convertir en nacare” _se decían entre los niños cuando veían a la hija del leñador bajar al pueblito.

Las cosas empeoraron cuando algunos de los compradores habituales, cediendo a la presión cizañosa de sus esposas, dejaron de comprar las cargas madereras de Elidjem, el padre de Asarat. Debido a esto el valiente leñador tuvo que ir más lejos con sus animales de carga para vender las cargas de maderos

Su padre tomó la decisión de no llevarla a la pequeña consigo en los viajes para entregar las cargas. Con nueve veranos la niña se quedaba sola en casa a veces por tres o cuatro días completos, pero para ella no era problema,  ya estaba habituada a las tareas de cualquier ama de casa, las realizaba siempre. Además, estos quehaceres los combinaba con las travesuras propias de una niña de su edad. Así entre juegos y responsabilidades, la  pequeña, pasaba entretenida sus días y se acostumbraba a la soledad.

Su padre sufría por ella pero no podía llevarla por los caminos y esparcir más su fama, exponerla a que alguien no indicado la descubriera. Por lo menos en la montaña nadie se atrevía a subir, ella se había vuelto su propia guardiana. Mas le dolía el aislamiento que el poder que le heredara su madre imponía sobre ella. Si los Señores del Fuego aun existiesen podrían guiarla pero habían desaparecido hacia tiempo.  En uno de sus viajes un lugareño de Gurel negoció con él un cachorrito de gato de dos colas, negro con un lucero blanco en la frente y las puntas de las colas blancas, los curiosos ojos eran de distinto color, cuando Elidjem se lo entrego a Asarat la carita de la niña resplandeció. Desde entonces Wicco era su amigo y cómplice de sus aventuras.

Una tarde calurosa de verano la niña barría el poco polvo de su hogar, su padre se había marchado por la mañana con las bestias de carga a dejar una carga más allá de Humé y se tardaría un par de días en volver. De repente se topó con un descubrimiento interesante: un sótano.
Este recinto secreto parecía olvidado hacía muchísimo tiempo. Se accedía a éste por medio de una entrada en el piso de la habitación de su padre, oculta bajo la cama. Una vez abierta la puertezuela de entrada tuvo la sensación fugaz de sentir la presencia de su madre a su lado, tan solo por instante, como si le hubiese puesto la mano sobre el hombro. La sensación le entibió el corazón y la alentó a explorar el aposento.

A través de la entrada sólo podía ver unos escalones que se internaban en la oscuridad bajo el piso. Buscó una vela y acompañada de Wicco bajó por primera vez al cuarto subterráneo. Dio un par de pasos titubeantes en la escalinata de madera rechinante, tratando de iluminar la oscuridad de la habitación con la vela. De pronto un sonido metálico resonó en el sótano,  había tropezado con una bolsa llena de monedas argentas y éstas se habían desperdigado en todas direcciones. Las monedas tenían el rostro del Fiero por un lado y al Castillo de las Almas Dormidas por el otro.  Más adelante encontró una percha con la capa que seguramente había pertenecido a su madre, casi podía estar segura de ello aunque nunca había visto la prenda, era como si un olor familiar se lo indicara a pesar del tiempo. Más allá había una mesa con un enorme candelero, el cual cuando lo encendió iluminó todo a su alrededor, aquello era una biblioteca y ahora le mostraba sus viejos estantes.

Allí, dispuestos con sumo orden, había infinidad de libros y pergaminos, tratados de ciencia, historia, matemáticas y magia. Grimorios completos se apilaban en los estantes perfectamente conservados a pesar del olvido y el polvo, dentro contenían  infinitos conocimientos de las fuerzas del  mundo, las visibles y las invisibles.

Pero Asarat no sabía leer, nadie que no fuera de la nobleza y viviera en las grandes ciudades como Shiborug, Kartabaal o Manasatolli, sabía leer, y mucho menos las lenguas perdidas en las que se hallaban escritos aquellos libros, muchos de los cuales pertenecieron a los mismísimos Señores del Fuego, y fueron escritos en los primeros respiros de la Primera Edad de la Magia. Sin embargo Asarat tomó el primer libro en sus manos, sopló un poco tratando apartar el polvo y lo abrió de par en par. Miró dentro y observó garabatos, algunos les parecieron cómicos y otros deformes, ante sus ojos se comenzaron a remolinarse como una visión psicodélica en la que las letras bailaban para ella, comenzó a sentir como si le hablaran al oído, como si le contarán una larga y entretenida historia.


No se asustó, le pareció un gran juego que podía hacer siempre que bajara a la biblioteca, lo que hizo cada vez más frecuentemente, a hurtadillas de su padre casi siempre cuando este se hallaba de viaje, algo le decía que su padre no iba a estar de acuerdo con aquel juego. Cualquier libro que escogiese no importase en lo que estuviese escrito o el tema del que tratase ella lo comprendía a la perfección, los leía una y otra vez descubriendo cada vez más secretos a la vez que aprendía a leer una velocidad increíble, prácticamente memorizado cada palabra. Al cabo de un par de años había leído un centenar de libros con los temas más variopintos, y el poder que albergaba había crecido a cuotas igualmente inimaginables, y ella ni siquiera se percataba de ello.