Capitulo III: El Guía
Pasó el tiempo y Elidjem
no sospechaba del inmenso poder que crecía en su hija hasta que llegó la fiesta
del Sol. Asarat apenas estaba por alcanzar su undécimo año y bajó con su padre
para participar de la algarabía que escuchaban a lo lejos.
La fiesta del Sol era una
de esas tradiciones sobrevivientes de los viejos días, cuando los hombres
adoraban a las estrellas y la magia era más aceptada entre la gente. Se celebra
la llegada del sol brillante después del oscuro invierno, marca el inicio de la
época de siembra, y en todos los pueblos hay fiestas, comidas y juegos. Se
vierten jarrones de cerveza de guta y libaciones de vino de colmane, la comida se
componía de frutos en conservas y carnes secas y la gente se agrupa frente a
hogueras a cantar con sus vecinos a contar cuentos interesantes o graciosos.
En medio da la fiesta la
inquieta niña se escurría de aquí para allá, tratando de jugar o charlar con
algún joven hasta que llagaba la madre de éste y se lo llevaba indignada de que
su hijo tuviese contacto con la pequeña bruja. Elidjem la vigilaba y sufría
todo aquello silenciosamente en su corazón, pero a Asarat no parecía
entristecerle, era fuerte como su madre.
Un tanto apartado del
bullicio, un representante de los Uniluminados se hallaba predicando su palabra
a un grupo pequeño de feligreses que rodeaban una fogata. Aquellos
representantes eran conocidos como Guías de la Luz, o simplemente Guías entre
el pueblo. Los Uniluminados son una de las fuerzas religiosas más grande en Yeljer,
las tierras conocidas, y por ende también del reino de Woldon. Éstos consideran
cualquier otro tipo de ideas religiosas como paganismo absurdo. Aunque de los
uniluminados se dice que no son violentos, sí son muy cerrados y estrictos en
sus círculos de influencia. Su ideología se basa, como la mayoría de las
religiones, en libros escritos hace eras por un ente divino o alguna criatura
inspirada por entes divinos, este libro es lo que Uniluminados llaman la Sacra
Lectura, escrita, según los sabios, antes incluso de la Era Oscura.
La Sacra Lectura habla
del bien absoluto conocido como Amir, el dios regente de los tres cielos y de
las legiones de la Luz, y de su opuesto, el mal absoluto, conocido como Argiel,
el demonio que camina entre nosotros, señor de la destrucción y regente de las
huestes de la oscuridad. Por supuesto, solo unos pocos pueden leer la Sacra
Lectura, en este mundo de analfabetos, los Guías tratan de arrear al resto como
a rebaños de ciegos.
Existen también otros
cultos o religiones, la mayoría pequeñas sectas con poca influencia popular o
política, otras son grandes y poderosas pero sólo en algunas regiones y algunas
son secretos a voces, entre ellas, la magia, es considerada un culto pagano de
practica prohibida para cualquier uniluminado, pero su practica en sí no es
castigada por ninguna ley, al menos no en Woldon.
Estaba pues el Guía, un hombre de edad bastante madura, llamado
Aleford D’Altera, recién llegado de la gran ciudad enviado por el consejo de
Tíbores como misionero, en uso de la palabra leyendo para los feligreses la
Sacra Lectura, cuando Asarat curiosamente se acercó a escuchar el monólogo que
sostenía. Elidjem era un uniluminado por tradición familiar, si bien no había tenido
tiempo para enseñarle a Asarat los ritos religiosos, se sorprendió gratamente
al ver el interés de su hija por ser una con la Luz, como dicen los
Uniluminados
Aleford observó como la
niña se abría paso entre la gente hasta llegar frente a él.
“-¿Me prestas el libro?-”
le dijo suavemente Asarat apenas se halló frente al hombre que leía. La gente
se escandalizó al ver que la infante, la bruja de Koe, osaba pedirle a un Guía
la Sacra Lectura. El D’Altera hizo una pausa mientras la gente se apaciguaba.
“-¿Para qué lo deseas,
pequeña joven?-” resolvió preguntarle.
“-Quiero verlo-”
respondió Asarat a la vez que extendía su mano para recibir el libro. El Guía
sonrió.
“-Necesitas saber leer
para comprender, pequeña-” La gente rompió en una sonora carcajada al escuchar
la ironía en las palabras del Guía.
“-Ya lo sé-” sonrió la
joven sin inmutarse siquiera ante la insinuación de ignorancia.
Sorprendido ante la
aparente ingenuidad de la niña, el guía colocó el libro en las manos de Asarat
lo que provocó un murmullo creciente en el público. Tras una hojeada rápida,
Asarat comenzó a pasar las amarillentas hojas cada vez más rápido y con una
evidente desesperación, Aleford intentó
quitarle el libro,
“-Espera, con calma-” le
replico él. Pero Asarat tiró la Sacra Lectura por el suelo gritando
“-Este libro está muerto,
¡muerto!-”.La gente cayó en un silencio fúnebre.
“-¡Qué has dicho
imprudente!-” le aseveró el hombre de la túnica gris abalanzándose para
abofetear a la niña, pero ella le sujetó la muñeca. Aleford gritó separándose
inmediatamente al sentir que había sido objeto de una severa quemadura, los
ojos del afrentado se tiñeron de furia
“-¡Te maldigo demonio, en
el nombre de Amir y los tres cielos!-” Chilló apretando los dientes. Asarat
observó el libro en el suelo e hizo un ademán con su mano pasándola por encima
del mismo, pronunciando algo que el hombre no alcanzó a comprender,
inmediatamente la Sacra Lectura ardió consumiéndose rápidamente en el fuego,
todo ante los ojos llenos de asombro, temor e ira del Guía.
La gente
conmocionada sólo atinó a hacerse a un
lado al paso de Asarat quien buscaba a su padre con la mirada, éste no podía
creer lo hecho por su hija y todo lo que pudo hacer fue protegerla ante la
inminente avanzada de la gente en busca de linchar a la recién maldecida
bruja. Elidjem y su hija tuvieron que
retirase nuevamente a la montaña en medio de insultos, piedras, palos y
escupitajos. Desde entonces la bruja de Koe pocas veces bajaba a la villa de
Humé.
En vista de lo sucedido
el preocupado padre decidió intentar darle un poco de guía su hija en las artes
de las buenas costumbres, para tratar de contener su carácter a tiempo. Si se
salía de control, con semejante poder entre manos, constituía un peligro para
todos incluyéndola a ella misma.
Comenzaron a compartir
largas charlas en el porche de la cabaña con su hija, en las él cuales
procuraba darle algunos consejos de vida:
“-Escucha a los viejos,
en ellos se halla la experiencia-” le decía “-El honor ante todo, tu nombre es
lo único que tienes por eso siempre mantén tu palabra pase lo que pase. Ayuda
sin esperar recompensa. Nunca hagas daño a nadie”, en este último ponía de
ejemplo al Guía, el uniluminado herido por su hija, a lo que Asarat replicaba
que fue él quien intentó agredirla primero, su padre estaba de acuerdo, pero le
señalaba que aun así, ella había usado mucha fuerza para defenderse.
La joven escuchaba con
atención los consejos de su padre, sentada a luz de los atardeceres o en
compañía del pálido brillo de Ia y Yui, las gemelas de plata. La joven guardaba las premisas y consejos en
su corazón a pesar de no entender del todo varios de ellos. Su padre, serio y
solemne le repetía:
“-No seas insolente ante
la autoridad eso trae problemas. Agacha la cabeza si ves o estas entre nobles.
Apártate de las criaturas malvadas, evita el trato con los magos, los Iyocos,
los Growls, y con las demás criaturas oscuras de nuestro mundo. Respeta la vida
en todas sus formas. No seas altanera ni orgullosa, respeta lo que los demás
piensan, a pesar de que este convencida de que se equivocan. Siempre piensa que
puedes hacer mucho bien pero también mucho mal-”
Un sin fin de consejos,
prácticos unos, más esotéricos otros, con los que Elidjem pensaba podría dar
alguna guía para el futuro camino trazado para su hija. Entre la infinidad de
preceptos dados por su padre, Asarat reconoció que muchos de tales consejos se
referían al comportamiento en sociedad, y no la sociedad de la pequeña villa
perdida en el valle de Daires, de la que formaba algo de parte, sino a las
grandes sociedades aristocráticas de los nobles, de las viejas grandes ciudades
alejadas de los pueblos como el suyo. Sospechó que el origen de su padre no
estaba en aquel pueblito olvidado por Amir como dirían los uniluminados, sino
en alguna otra parte, tal vez muy alejado de aquí, pero no quiso preguntarle,
su padre siempre se entristecía al hablar de tiempos pasados.
Elidjem también intentó
aprovechar aquellas charlas para comenzar a enseñarle a su hija el valor de la
doctrina de los uniluminados. Fue caso perdido. La joven no quería saber nada
de oraciones o ritos de la religión, no quería oír del tortuoso camino hacia la
luz que debe recorrer el alma, la división de Amiliel o la guerra de Amir y
Argiel por los tres cielos, aunque si algo le llamó la atención debió ser esta
parte. En fin, el compungido padre debió aceptar que su hija tampoco aceptaría
su religión, al menos no como la verdad absoluta.