25 marzo 2011

Caza de Sangre III

+ Ajusticiadora +


Cuando eran necesarios, ella y su grupo aparecían.  Durante más de trescientos años había desempeñado su labor ya sea castigando a otros cainitas en el principado de Buenos Aires o cazando algún amenazador lupino solitario en las heladas estepas rusas. Donde su nombre era conocido, infundía temor entre la mayoría de los vástagos. En los últimos años, sin embargo, los ajusticiadores eran menos requeridos, la tecnología parecía querer reemplazarlos. Esta vez se hallaba en la Ciudad, descansando de la inmortalidad en el principado de Arbarth Mondaraz, un poderoso Ventrue bastante antiguo, cuando intempestivamente él requirió sus servicios.

Hiboshi Akana era una ajusticiadora, abrazada en medio de la feroz guerra civil japonesa, en medio de las batallas de Oda Nobunaga. Mondaraz había salido de Europa en medio de traiciones y la asfixiante persecución de la inquisición, con casi toda su descendencia perdida o destruida. La época no era la mejor, la joven camarilla apenas se sostenía,  los ecos de la revuelta anarquista aun podían escucharse y la creación del mítico Sabbath comenzaba a cobrar veracidad entre los hijos de Caín. El antiguo líder de los Ventrue deseó dejar las viejas tierras y viajar hacia el nuevo continente, pero por error abordó un barco portugués que desembarcó en Nagasaki en 1567.

Akana, huérfana de nacimiento, fue criada en una de las familias practicantes del ninjitsu más reconocidas de las colinas en las afueras de Kyoto. Creció dentro de aquel arte, padeciendo sufrimiento extremo en los entrenamientos pero avanzando velozmente, con infinito valor, mucha determinación y un gran talento innato para el mismo, muy joven se convirtió en una de las pocas Kunoichi, mujeres ninja, contratadas por el gobierno.

Luchaba, pues, del lado del imperio. De oscuros cabellos y pocas palabras, trabajaba directamente para la gobernación de Kyoto, lo que la constituía en una especie de traidora a los ojos del pueblo. Una noche, cuando los rebeldes hicieron una pequeña incursión en los jardines del palacio imperial, Mondaraz, que se alimentaba en los alrededores, la divisó entre las penumbras: La bella e inocente jovencita de día se convirtió en una inmisericorde y sigilosa asesina nocturna, eliminado silenciosamente uno por uno a los insurgentes. Esa noche, el ventrue decidió abrazarla y convertirla en su nueva favorita y de paso hacerse de una guardaespaldas.

Se le presentó en el jardín, como una sombra de rostro blanco posado sobre la fuente.
_”Eres una criatura interesante” le dijo sonriendo. “¿Deseas ser inmortal joven asesina?”.
“¿La inmortalidad? Es ridículo, forastero. Mejor sal del castillo antes de que termines herido” La ninja sorprendida por la aparición repentina del caucásico extraño, recia y burlonamente rechazó, de tajo, el absurdo ofrecimiento de la inmortalidad que le presentó Mondaraz con todos los alardes y en perfecto japonés.

El ventrue obviamente no aceptaría negativas y sobrevino una pelea entre ellos en la que para el asombro de la Kunoichi, el extranjero no podía ser asesinado fácilmente.

Entre saltos acrobáticos y maniobras imposibles, la kunoichi le lanzó todo su arsenal: sus shurikens tan solo fueron un juguete simpático para el vampiro una vez que se arrancó los que se le habían incrustado en el tórax. Al instante siguiente se encontraba tras la asesina, ella de inmediato se volteó con una velocidad que sorprendió a Mondaraz, blandiendo su katana cuyo filo fue a abrir la garganta de aquel.

Casi logra decapitarlo, un descuido del monstruo, le hizo una herida de degüello que no logró su propósito. Atemorizada, pensó que debía ser alguna especie de Oni, demonio del folklore nipón. El solo la miró mientras la herida sanaba ante los ojos de la ninja y se lanzó de nuevo tras ella.

La asesina en serios apuros atrapada en medio del juego del gato y el ratón, logró milagrosamente escaparse al abrazo planeado por el vampiro gracias a la llegada invariable del alba,  Mondaraz complacido por las habilidades de su víctima, se replegó preparado para dejar de jugar y finalizar el trabajo la próxima vez.

La oportunidad se le presentó de inmediato. La noche siguiente un gran ataque al castillo por parte de los rebeldes se llevó a cabo. La guerrera luchó bravíamente, dejando un reguero de cuerpos inertes, pero eran demasiados. Los guardias del palacio terminaron abandonando sus posiciones dejando el castillo a su suerte. El temperamento de Akana no le permitía ese lujo, si debía morir aquella noche, moriría luchando.

Al final el castillo ardió y la joven moribunda yacía en medio de las llamas en una de las habitaciones del recinto imperial. Sarcástico y bien humorado llegó el demonio de la noche anterior a ofrecerle una vez más la inmortalidad. Se acuclilló a un paso de donde yacía, con un dedo probó la sangre que se derrama por el suelo y le dijo:
_”Ahora con esta nueva perspectiva que tienes, ¿Qué te parece la inmortalidad?”_
Aún en su condición, mortalmente herida, desangrándose, la kunoichi rechazó la propuesta alegando honor.
_”Todo es nada, nada es todo, no existe la inmortalidad, y aunque existiera, hoy he de morir, después de luchar con honor moriré con honor.”_

Mondaraz hastiado de la terquedad humana la iba dejar consumirse en las llamas que se acercaban, pero en el instante final decidió salvarle y abrazarla sin su absurdo consentimiento. Sacándola del recinto en brazos, ya con el cuello perforado y en su boca la sangre del inmortal, la llevó a su cubil.

Así Hiboshi continuó existiendo, en un principio odiando con furia rabiosa a su Sire y luego otorgándole total sumisión y lealtad a quien le entregará la maldición de la espada de Gabriel. Usando el oscuro don recibido para maximizar sus habilidades hasta convertirse en una inclemente ajusticiadora de los no-vivos.


Vestida con su Shozoku (trajo negro usado por los ninja), ahora dirigía a su grupo de tres ajusticiadores, cazando en la Ciudad a los vástagos de un demente, aparentemente más loco que el promedio de su clan. Una cacería de sangre a la antigua, como a ella le gustaba.