30 abril 2011

La Bruja de Koe, Cap III

Capitulo III: El Guía


Pasó el tiempo y Elidjem no sospechaba del inmenso poder que crecía en su hija hasta que llegó la fiesta del Sol. Asarat apenas estaba por alcanzar su undécimo año y bajó con su padre para participar de la algarabía que escuchaban a lo lejos.

La fiesta del Sol era una de esas tradiciones sobrevivientes de los viejos días, cuando los hombres adoraban a las estrellas y la magia era más aceptada entre la gente. Se celebra la llegada del sol brillante después del oscuro invierno, marca el inicio de la época de siembra, y en todos los pueblos hay fiestas, comidas y juegos. Se vierten jarrones de cerveza de guta y libaciones de vino de colmane, la comida se componía de frutos en conservas y carnes secas y la gente se agrupa frente a hogueras a cantar con sus vecinos a contar cuentos interesantes o graciosos.

En medio da la fiesta la inquieta niña se escurría de aquí para allá, tratando de jugar o charlar con algún joven hasta que llagaba la madre de éste y se lo llevaba indignada de que su hijo tuviese contacto con la pequeña bruja. Elidjem la vigilaba y sufría todo aquello silenciosamente en su corazón, pero a Asarat no parecía entristecerle, era fuerte como su madre.

Un tanto apartado del bullicio, un representante de los Uniluminados se hallaba predicando su palabra a un grupo pequeño de feligreses que rodeaban una fogata. Aquellos representantes eran conocidos como Guías de la Luz, o simplemente Guías entre el pueblo. Los Uniluminados son una de las fuerzas religiosas más grande en Yeljer, las tierras conocidas, y por ende también del reino de Woldon. Éstos consideran cualquier otro tipo de ideas religiosas como paganismo absurdo. Aunque de los uniluminados se dice que no son violentos, sí son muy cerrados y estrictos en sus círculos de influencia. Su ideología se basa, como la mayoría de las religiones, en libros escritos hace eras por un ente divino o alguna criatura inspirada por entes divinos, este libro es lo que Uniluminados llaman la Sacra Lectura, escrita, según los sabios, antes incluso de la Era Oscura.

La Sacra Lectura habla del bien absoluto conocido como Amir, el dios regente de los tres cielos y de las legiones de la Luz, y de su opuesto, el mal absoluto, conocido como Argiel, el demonio que camina entre nosotros, señor de la destrucción y regente de las huestes de la oscuridad. Por supuesto, solo unos pocos pueden leer la Sacra Lectura, en este mundo de analfabetos, los Guías tratan de arrear al resto como a rebaños de ciegos.

Existen también otros cultos o religiones, la mayoría pequeñas sectas con poca influencia popular o política, otras son grandes y poderosas pero sólo en algunas regiones y algunas son secretos a voces, entre ellas, la magia, es considerada un culto pagano de practica prohibida para cualquier uniluminado, pero su practica en sí no es castigada por ninguna ley, al menos no en Woldon.

Estaba pues el Guía,  un hombre de edad bastante madura, llamado Aleford D’Altera, recién llegado de la gran ciudad enviado por el consejo de Tíbores como misionero, en uso de la palabra leyendo para los feligreses la Sacra Lectura, cuando Asarat curiosamente se acercó a escuchar el monólogo que sostenía. Elidjem era un uniluminado por tradición familiar, si bien no había tenido tiempo para enseñarle a Asarat los ritos religiosos, se sorprendió gratamente al ver el interés de su hija por ser una con la Luz, como dicen los Uniluminados

Aleford observó como la niña se abría paso entre la gente hasta llegar frente a él.
“-¿Me prestas el libro?-” le dijo suavemente Asarat apenas se halló frente al hombre que leía. La gente se escandalizó al ver que la infante, la bruja de Koe, osaba pedirle a un Guía la Sacra Lectura. El D’Altera hizo una pausa mientras la gente se apaciguaba.
“-¿Para qué lo deseas, pequeña joven?-” resolvió preguntarle.
“-Quiero verlo-” respondió Asarat a la vez que extendía su mano para recibir el libro. El Guía sonrió.
“-Necesitas saber leer para comprender, pequeña-” La gente rompió en una sonora carcajada al escuchar la ironía en las palabras del Guía.
“-Ya lo sé-” sonrió la joven sin inmutarse siquiera ante la insinuación de ignorancia.

Sorprendido ante la aparente ingenuidad de la niña, el guía colocó el libro en las manos de Asarat lo que provocó un murmullo creciente en el público. Tras una hojeada rápida, Asarat comenzó a pasar las amarillentas hojas cada vez más rápido y con una evidente desesperación,  Aleford intentó quitarle el libro,
“-Espera, con calma-” le replico él. Pero Asarat tiró la Sacra Lectura por el suelo gritando
“-Este libro está muerto, ¡muerto!-”.La gente cayó en un silencio fúnebre.
“-¡Qué has dicho imprudente!-” le aseveró el hombre de la túnica gris abalanzándose para abofetear a la niña, pero ella le sujetó la muñeca. Aleford gritó separándose inmediatamente al sentir que había sido objeto de una severa quemadura, los ojos del afrentado se tiñeron de furia
“-¡Te maldigo demonio, en el nombre de Amir y los tres cielos!-” Chilló apretando los dientes. Asarat observó el libro en el suelo e hizo un ademán con su mano pasándola por encima del mismo, pronunciando algo que el hombre no alcanzó a comprender, inmediatamente la Sacra Lectura ardió consumiéndose rápidamente en el fuego, todo ante los ojos llenos de asombro, temor e ira del Guía.

La gente conmocionada  sólo atinó a hacerse a un lado al paso de Asarat quien buscaba a su padre con la mirada, éste no podía creer lo hecho por su hija y todo lo que pudo hacer fue protegerla ante la inminente avanzada de la gente en busca de linchar a la recién maldecida bruja.  Elidjem y su hija tuvieron que retirase nuevamente a la montaña en medio de insultos, piedras, palos y escupitajos. Desde entonces la bruja de Koe pocas veces bajaba a la villa de Humé.

En vista de lo sucedido el preocupado padre decidió intentar darle un poco de guía su hija en las artes de las buenas costumbres, para tratar de contener su carácter a tiempo. Si se salía de control, con semejante poder entre manos, constituía un peligro para todos incluyéndola a ella misma.

Comenzaron a compartir largas charlas en el porche de la cabaña con su hija, en las él cuales procuraba darle algunos consejos de vida: 
“-Escucha a los viejos, en ellos se halla la experiencia-” le decía “-El honor ante todo, tu nombre es lo único que tienes por eso siempre mantén tu palabra pase lo que pase. Ayuda sin esperar recompensa. Nunca hagas daño a nadie”, en este último ponía de ejemplo al Guía, el uniluminado herido por su hija, a lo que Asarat replicaba que fue él quien intentó agredirla primero, su padre estaba de acuerdo, pero le señalaba que aun así, ella había usado mucha fuerza para defenderse.

La joven escuchaba con atención los consejos de su padre, sentada a luz de los atardeceres o en compañía del pálido brillo de Ia y Yui, las gemelas de plata.  La joven guardaba las premisas y consejos en su corazón a pesar de no entender del todo varios de ellos. Su padre, serio y solemne le repetía:
“-No seas insolente ante la autoridad eso trae problemas. Agacha la cabeza si ves o estas entre nobles. Apártate de las criaturas malvadas, evita el trato con los magos, los Iyocos, los Growls, y con las demás criaturas oscuras de nuestro mundo. Respeta la vida en todas sus formas. No seas altanera ni orgullosa, respeta lo que los demás piensan, a pesar de que este convencida de que se equivocan. Siempre piensa que puedes hacer mucho bien pero también mucho mal-”

Un sin fin de consejos, prácticos unos, más esotéricos otros, con los que Elidjem pensaba podría dar alguna guía para el futuro camino trazado para su hija. Entre la infinidad de preceptos dados por su padre, Asarat reconoció que muchos de tales consejos se referían al comportamiento en sociedad, y no la sociedad de la pequeña villa perdida en el valle de Daires, de la que formaba algo de parte, sino a las grandes sociedades aristocráticas de los nobles, de las viejas grandes ciudades alejadas de los pueblos como el suyo. Sospechó que el origen de su padre no estaba en aquel pueblito olvidado por Amir como dirían los uniluminados, sino en alguna otra parte, tal vez muy alejado de aquí, pero no quiso preguntarle, su padre siempre se entristecía al hablar de tiempos pasados.


Elidjem también intentó aprovechar aquellas charlas para comenzar a enseñarle a su hija el valor de la doctrina de los uniluminados. Fue caso perdido. La joven no quería saber nada de oraciones o ritos de la religión, no quería oír del tortuoso camino hacia la luz que debe recorrer el alma, la división de Amiliel o la guerra de Amir y Argiel por los tres cielos, aunque si algo le llamó la atención debió ser esta parte. En fin, el compungido padre debió aceptar que su hija tampoco aceptaría su religión, al menos no como la verdad absoluta.

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